Llevando dulzura de un extremo al otro del país


“Desde el momento que pisamos Misiones, sentimos que era realmente el lugar al que fuimos guiados por el Señor. Nos gustó, hay muy buena gente, es muy lindo todo”, manifestó Marina García, una pampeana, que, junto a su esposo, Francisco Rodríguez, quedó maravillada de la tierra colorada y aquí decidió echar raíces y continuar con su emprendimiento de elaboración de chocolates y alfajores.

 

Ambos nacieron en 25 de Mayo, un pueblo muy chiquito de La Pampa que limita con Río Negro, Mendoza, Neuquén, muy cerca de las cuencas petroleras del sur; pero se conocieron recién de grandes, cuando regresaron de otros puntos del país, donde estaban radicados, para empezar una nueva vida.

Mi familia siempre se dedicó a la gastronomía. Éramos seis hermanos, a quienes nos inculcaron el estudio y el trabajo desde pequeños. A los 5 años ya vendía pasteles junto a mis hermanos. Siempre fui una niña a la que le gustaban las golosinas, en particular el chocolate. Era algo que nos llamaba la atención porque antes costaba conseguirlo. Cuanto más sacábamos de la venta de pasteles, teníamos el chocolate más cerca de nuestras manos, y una picardía nos mandábamos”, contó la emprendedora, que es chef, pero que se enfocó en la elaboración de chocolates.

Desde los 23 años, incursiona en todo lo que es chocolate y la pastelería. “Siempre trabajando, dependiendo de firmas pudimos estar cerca del chocolate y de la elaboración de alfajores en el sur, en Bariloche, a unos kilómetros de 25 de Mayo. Estuve ahí por mucho tiempo, estuve trabajando también en la zona de petróleo, donde conocí a Francisco, mi esposo actual, y con él empezamos con los chocolates y alfajores, que es lo que hacemos actualmente, pero ya de manera independiente”, añadió.

Con la llegada de la pandemia, siguieron trabajando de manera reducida, con negocios de barrio, mandando pedidos por delivery. “Teníamos más descanso, no estábamos tan activos, tan atados a un trabajo, a pesar que allá es zona turística, igual que acá, continuamente. Si bien tenés temporada baja, igual funciona el turismo. Y pudimos salir, despejarnos, conocer parte de la Argentina, viendo hasta donde podíamos llegar porque teníamos que pedir permiso provincia por provincia. Nuestra meta era conocer Cataratas, que era el sueño que teníamos todos. Llegamos a Misiones el 8 de febrero del 2021”, narró.

A poco de tomar contacto con esta Maravilla del Mundo, se registró un problema con las entradas, que en ese momento eran muy limitadas. Afortunadamente, la noche antes de emprender el regreso, “nos anunciaron que podíamos hacerlo. Así que conocimos esta belleza natural. Encontramos en Puerto Iguazú a muy buena gente con la que siempre terminamos conversando respecto a nuestro emprendimiento y a que en esta ciudad nunca hubo una chocolatería. Escuchando todas esas inquietudes, y charlando con Francisco, le dije: ¿qué tal si nos venimos y ponemos la chocolatería?  Con 50 años vamos a echar raíces en Misiones, ¿qué mejor lugar para establecernos?”, recordó.

“Elegimos Iguazú porque el lugar nos impactó en cuanto a la vegetación, flora y fauna, y con mi esposa pudimos ver que no había chocolatería ni casa de alfajores artesanales. La idea es aprovechar los productos regionales, los sabores autóctonos, para vincularlos con los alfajores. Se marca la diferencia, primero y principal, trabajando con todos los frutos que hay aquí en la zona”.

Mientras charlaban, los escuchó un vecino, que le habló de un conocido que tenía un lugar en alquiler. Y esa misma noche cerraron el contrato de alquiler de una casa por el término de un año. El 28 de febrero estaban instalados en Puerto Iguazú, “sin saber cómo nos iba a ir, pero “con fe y con conocimiento pleno del trabajo que hacemos”. Empezaron elaborando, conociendo los negocios, haciendo la presentación del producto “para que conocieran lo que elaborábamos, porque acá también estaba todo cerrado. Logramos abrir el local con un espacio específico para la elaboración a fin de poder hacer las habilitaciones, como debe ser”, reseñó.

 

Una vuelta de tuerca

Y aquí empezó el dilema de los sabores. En el sur, el alfajor está hecho con la harina de piñón, que es el fruto que da la araucaria, hay grosella, sin embargo, acá, encontrás el alfajor con la fécula de mandioca, y la reina de todo es la yerba mate. Entonces Marina se preguntaba ¿cómo llegar al sabor yerba en un alfajor o llevarlo al chocolate? y le parecía que en este último sería más fácil. Entonces, dijo a Francisco: ¿qué te parece si cuando vamos repartiendo alfajores, vamos conociendo a yerbateros. Empezamos a recorrer y llegamos hasta una prestigiosa yerbatera que nos mostró toda la historia de la yerba, de cómo empezaron, hasta que nos presentaron el soluble de yerba, que es como un café instantáneo. Trajimos un paquete y mi esposo empezó a trabajar la masa, que está elaborada a base de yerba. Y, yo, probando, llegué a un mousse de chocolate blanco, saborizado de yerba mate, que es el relleno del alfajor de yerba mate”.

En un primer momento, “nos preguntábamos si quedaría amargo, porque es un producto que, si lo dejas húmedo por determinado tiempo, se pone amargo, pero con distintos productos acompañando a esta materia prima, llegamos a suavizarlo y que se mantenga el sabor. A partir de eso conocimos también el otro fruto de Misiones, que es la rosella -en el sur está la grosella-. Son distintos sabores, pero muy ricos ambos. También conocimos los cítricos. Nosotros hacemos la elaboración de los dulces para la mayoría. Son totalmente artesanales, igual que las tapitas, que vamos ensamblado y convirtiendo en los más ricos alfajores”.

En esta experiencia, también tuvieron que adaptar el chocolate a la zona. “Hubo productos que tuvieron que adaptarse. Pero todo se logra. Pudimos hacerlo. Gracias a Dios el comercio va bien, todos los días somos bendecidos, experimentando con cosas nuevas, conocemos gente porque estamos en un punto neurálgico, buscamos brindar siempre el mejor trato, porque de ellos vivimos y a ellos nos debemos”.

En su emprendimiento hacen un 10% de descuento por pago contado sea a los visitantes locales, nacionales o del exterior. En una caja, el cliente puede llevarse alfajores de un solo sabor o combinar todos los gustos existentes en el local de calle Perito Moreno.

Los alfajores grandes son generosos, pesan más de cien gramos. Francisco Rodríguez hizo esta acotación porque los considera “mejores” comparando con los convencionales o industrializados, “y superan el peso ampliamente”. Además, “son productos frescos, naturales, realizados con materia de primera calidad”.

 

Entre 200 marcas

La Casa de Alfajores y Chocolatería “Luz Marina” fue parte de “Km 0 El Camino del Alfajor Argentino”, una exposición realizada recientemente en Puerto Iguazú, organizada por la Cámara Argentina del Alfajor. En el estand del emprendimiento exhibieron una amplia variedad de alfajores artesanales -no pasan por máquina, son todos hechos de forma manual- de café, fernet, vino tinto, rosella, limón, mamón, el de leche tradicional, corazón de arándano y el mundo de chocolate.

En una charla con FM 89.3 Santa María de las Misiones, la radio de PRIMERA EDICIÓN, Rodríguez comentó que la cantidad de alfajores que se elaboran por semana tiene que ver con la presencia de turistas, “porque la mayoría de los consumidores son turistas. Un 70% es turismo nacional, el otro 20% internacional y el 10 restante misioneros, brasileños, paraguayos. En el mejor momento tenemos que hablar, entre grandes y chicos, de más de cinco mil docenas”.

Sin dudas, el del alfajor y el chocolate, es un mundo que te abre muchas puertas. Para satisfacer la demanda, su esposa trabaja junto a un grupo de seis o siete personas. Si bien es una empresa familiar, “tenemos empleados, en ocasiones, con doble turno. Nos va de manera maravillosa, más allá de que tenés que levantarte a las cinco y media y seguir hasta las 23”.

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