El daño ambiental que dejarán los incendios podría ser cuantioso, tanto que la selva misionera podría perder varias especies para siempre, tal como lo plantea el doctor en Ingeniería Electrónica y productor audiovisual, Sergio Moya. Entre las especies que podrían extinguirse se encuentra el bailarín castaño, que fue redescubierto para la Argentina en 2006 después de 47 años sin registros. El hallazgo de la pequeña y restringida población, se dio en un bosque de laurel layana sobre el Arroyo Paraíso, en la Reserva de Biósfera Yabotí.
“Justamente el bosque de laureles layana se quemó en la reserva. Y la única población reportada hasta la fecha estaba ahí. Con esta situación, muchas especies, como ésta se podrían perder para siempre”, expuso el joven que está desarrollando junto a un equipo de la Facultad, un sistema de detección para descubrir y combatir la caza ilegal para ambientes selváticos.
Moya explicó que el bailarín castaño se cría en esta zona de bosque, “área totalmente distinta a cualquier otra selva que haya en Misiones y solamente está replicado en Brasil. Entonces, esa área es única. Es distinta a Iguazú, Salto Encantado, a cualquier parte de selva y ahí vivía o ahí vive, espero que siga viviendo, el pajarito, pero se han quemado casi 800 hectáreas de otros lotes, de ese ambiente“.
Asimismo, remarcó que las condiciones y el avance del fuego sobre ese hábitat “pone en duda la continuidad de la especie porque ya no lo veníamos encontrando y ahora con esto, se termina de achicar su territorio”.
En este mismo contexto, Moya precisó que otras especies solamente se encontraban allí (en la Reserva Guaraní y zonas aledañas). “Justo ahí donde estuvo tan conflictiva la cuestión con el fuego, con los cazadores y otras cosas que son complejísimas de trabajar, donde siempre terminan perdiendo los que no pueden defenderse”.
Más allá del avance de las llamas sobre la selva, el ingeniero expuso que la situación se vuelve más compleja, ya que “existen aves que no pueden volar, hay especies de aves en la selva misionera que no vuelan, que son terrestres, incluso algunas amenazadas como el macuco, que se queman vivos o se esconden en cuevitas y se calcinan. No todas las aves tienen la posibilidad de irse y las que sí, van a escapar del fuego”.
Un ejemplo de especie de ave que no vuela es el macuco (Tinamus solitarius), “no puede escapar del fuego fácilmente, y está en peligro de extinción, habita sólo en selvas bien amplias, como Yabotí, Salto Encantado y Uruguaí”.
Otros afectados son los agutí, un roedor de selva, “que probablemente se hayan quemado vivos de a montones, usan madrigueras y no pueden escapar de las llamas”.
En las copas de los árboles, las grandes aves tienen sus inmensos nidos, que los usan años tras años. “ Y en estos incendios, los nidos simplemente se queman y pueden tener huevos, pichones, es una catástrofe para estas especies tan escasas y amenazadas”, insistió Moya y agregó que tal es el caso del águila crestuda negra (Spizaetus tyrannus) “una especie que se encuentra en selvas conservadas y que por el fuego puede perder sus nidos y árboles desde donde caza y se reproduce”.
Necesidad imperiosa
Para Moya es necesario que los gobernantes entiendan el verdadero valor de la selva.
“Se debe equipar a los guardaparques, poner más puestos en lugares estratégicos, porque están totalmente abandonados. Yo empecé a trabajar en ese lugar hace cinco años y veías a las águilas volando arriba mío y a los tres o cuatros años, ibas y lo único que escuchabas eran disparos de cazadores, que entraban por lugares que no están protegidos, escuchabas motosierras, la destrucción era evidente. Todos saben que hacen falta puestos en tales lugares, más guardaparques, toda esa área son casi en total 20 mil hectáreas y son dos guardaparques, es prácticamente imposible”, cuestionó.
Si bien sostiene que se da cierto valor, “es de a poquito. Se debería hacer una cosa en serio. Hay como una falta de interés en cuidarlo”, sentenció.
Profundizar la prevención y la educación ambiental
Semanas atrás, 340 hectáreas de bosque nativo de la Reserva de Uso Múltiple Guaraní (RUMG) de la Universidad Nacional de Misiones, fueron arrasadas por el fuego. Las llamas alcanzaron también un lote continuo de la empresa Laharrague y consumieron otras 375 ha, llegando así a un total de 715 hectáreas perdidas pertenecientes a la Biosfera Yabotí.
“Una vez iniciado el incendio en una propiedad, reserva, parque o plantaciones forestales debe ser un problema de todos/as. Con cada céntimo de tierra que se quema se pierde biodiversidad, flora, fauna, especies endémicas, paisajes, vida y también recursos económicos, fuentes de trabajo, posibilidades de desarrollo e investigación en ciencia y tecnología”, analizó el Fabián Romero, decano de la Facultad de Ciencias Forestales de la UNaM, quien además puntualizó en la emisión de toneladas de CO2 a la atmósfera que producen un círculo que incrementa aún más los efectos del cambio climático.
Romero hizo hincapié en la responsabilidad humana frente a esta problemática porque “más del 90% de los focos ígneos son causados intencionalmente por descuido de un productor/a, cazador y comunidades guaraníes que utilizan el fuego como práctica de subsistencia”.
Además, afirmó que la mejor manera de combatir los incendios es con prevención y para ello es necesario un trabajo articulado entre gobiernos provinciales, nacionales, universidades, institutos de formación, escuelas secundarias y primarias que se enfoquen en campañas de concientización, educación ambiental y el desarrollo de materiales de comunicación gráfica y audiovisual que puntualicen en la problemática.
“Es necesario que existan brigadas de intervención rápida, que estén cercanos a los posibles focos. Esto ahorraría muchas hectáreas quemadas, reduciría costos y el riesgo a la integridad de las personas que trabajan en el lugar”, advirtió Romero.
Así como se notaron las debilidades que faltan resolver ante estos casos, también se pudieron identificar metodologías que fueron eficaces para el rápido accionar. Una de ellas fue el uso de los drones, imágenes satelitales y mapas.
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