“Argentina es una máquina eficiente de generar pobres”


Como todas las semanas, el economista José Piñeiro Iñiguez (MBA de la Universidad de Harvard) se explayó en “Aire de Sábado”, por la FM 89.3 de las Misiones, sobre uno de los temas más preocupantes de los últimos años, el crecimiento de la pobreza y el desempleo.

Apenas horas después de que un informe de la OCDE presentara la actualización del pronóstico de recesión en la Argentina, con la mayor baja entre los miembros del G-20, el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica dio a conocer el “Informe de Avance: Deudas Sociales en la Argentina 2010-2020. Crisis del empleo, pobrezas y desigualdades estructurales en el contexto COVID-19”, que refleja los aumentos en las tasas de pobreza, indigencia y de desempleo entre julio a octubre de este año.

Al mismo tiempo, Piñeiro Iñiguez reflexionó sobre las condiciones que necesita el país para poder pensarse a sí mismo en el futuro y lo encuadró en una de los emprendimientos más trascendentales en la historia de la humanidad: el Plan Marshall.

 

¿Por qué Standard & Poor’s le volvió a bajar el pulgar a la Argentina?

Standard & Poor’s es una de las dos calificadoras de riesgo dedicadas a medir el riesgo de empresas privadas, públicas o países.
El mundo financiero internacional se rige bajo esos parámetros y el establecido para Argentina en función de su presente y su proyección no es para nada bueno. Se nos asegura un horizonte bastante conflictivo.

En abril de este año, cuando recién empezaba la pandemia, ya hablábamos de un horizonte realmente sombrío.

Desgraciadamente no estuvimos muy alejados. Lo decíamos en ese entonces y Standard & Poor’s lo hace ahora: Argentina cerrará el año con un PBI en -12%.

En abril ya advertíamos que si el presidente Alberto Fernández pudiera recuperar en sus años de mandato lo que perderá en el 2020, deberíamos firmar sin pensarlo.

Lo decíamos porque veíamos que el futuro de Argentina no sería bueno a partir de las medidas que se tomaron entonces.
Standard & Poor’s dice hoy que en el 2021 el PBI crecerá 4%, que en 2022 subirá 3% y en el 2023 cerrá con 2,5%. Así las cosas, en el mejor de los casos, Argentina crecería 9,5% sobre el 12% que perderá este año.

Si todo sucediera como se proyecta, podemos afirmar entonces que el país no crece desde 2009. Desde ese año hasta el 2024 estaríamos con crecimiento 0.

Son muy pocos los países que pueden tolerar esto sin que nada pase.

Evidentemente Argentina tiene un poder de respuesta diferente al mundo, porque nunca pasa nada acá.

 

De hecho en la semana hubo preocupantes proyecciones acerca de la pobreza…

Si observamos otras variables también podemos advertir que sobre el 12% negativo que se espera para este año, en 2021 podríamos recuperar un 3,8%. La inflación este año cerrará en torno al 39%, contenida por el diferimiento de la pandemia, pero en 2021 se ubicará en el orden del 55%.

De hecho el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) dado a conocer por el Banco Central ya expresa que la inflación para el próximo año será del 50%.

El desempleo que hoy está en 14,6% será del 13% en el 2021. Mejorará muy poco porque el PBI crecerá muy poco.

La pobreza que hoy vemos en 42,2%, tras el relevamiento de la Universidad Católica Argentina (UCA), cerrará el año alrededor del 45,5%. El año que viene estará en números cercanos al 40%.

Esto nos daría una pobreza infantil del 60%, con alrededor de 21 millones de pobres, una indigencia del 10%, números bastante parecidos a los de este año, es decir, un país inviable sobretodo hablando de Argentina, un país productor de alimentos y exportador nato.

 

¿Por dónde se sale?

Tiempo atrás reflexionábamos acerca de eso. Deberíamos repensar el país, repensar también qué hicimos mal este año, asumirlo, intentar no repetirlo.

Ya no podemos seguir pensando en los gobiernos anteriores porque evidentemente el manejo de la pandemia no fue bueno y el económico fue aún peor. Y lo que proyectamos hacia adelante es pésimo.

Claramente el país no se reconstruye repartiendo dinero, se hace construyendo trabajo, empresas, teniendo proyectos y planes que se cumplan.

Este comentario va de la mano de un análisis que días atrás hizo el semanario económico británico “The Economist” sobre nuestro Presidente.

Lo define como un “líder débil y errático”, lo describe como el Presidente sin plan que va haciendo lo que los estadounidense definen como “muddling through”, algo así como “vamos viendo”.

 

¿Tiene razón “The Economist”?

Si observamos cómo se manejó en estos cuatro meses, cuando dijo que se vacunaría con una vacuna, luego con otra y los cambios de fecha y cantidad de personas que serían inoculadas, advertimos que hay un divague.

Alguien podría decir que es poco serio y cuando se habla así del Presidente o de sus colaboradores más cercanos, como el titular de la Cámara de Diputados (Sergio Massa), entonces estamos en problemas. Si esto sucede por mucho tiempo, estamos en problemas más serios.

Al día de hoy la pandemia no se superó y de repente vemos como que estamos inaugurando el verano cuando acá no se arregló nada.

Deberíamos, en todo caso, observar lo que pasó en Europa de manera de no lamentarnos en febrero o marzo hablando de rebrotes o segundas olas. El país y las sociedades se construyen de una forma diferente, más sería. El “muddling through” de “The Economist” tiene sentido entonces.

Acá se habla de abrir hoy el verano en la costa, mañana en Iguazú, pasado en Córdoba. Primero deberíamos analizar las consecuencias y si estas maniobras tienen algún viso de realidad, porque pareciera que va de la mano de la vacunación que vamos a tener, pero que sin embargo no sabemos si habrá en los términos que el Presidente dijo.

La consecuencia de no ser creíble es aparecer de este modo en Standard & Poor’s o “The Economist”.

 

¿Puede que parte del problema lo explique la forma de comunicar?

Muchas veces en este programa le dijimos al Presidente, casi pecando de soberbios, que “deje de hablar”.

Uno de sus principales errores fue hablar de lo que no sabe, hablar de lo que no es real y también confundir la realidad con algo bastante cercano a la mentira. Haberlo hecho implica que la gente lo perciba como poco creíble o poco serio.

La economía tiene dos componentes: uno esa la realidad del día a día; el otro, más importante, es cómo percibe la gente a sus líderes y lo que ellos hacen. En términos económicos es cómo percibe la gente que se comportará la economía.

Si la economía de un país como la de Argentina es manejada por alguien que es percibido como poco serio, la gente sentirá cierta inestabilidad.

Para llevarlo a términos prácticos, tenemos un dólar de 80 pesos y otro de 150 pesos y en el medio de esto hay parte de realidad y parte de percepción.

Cuando “The Economist” retrata al Presidente como “débil y errático”, percibe que le falta lo necesario para manejar una crisis. Cuando habla de él como “Presidente sin plan”, es que el mundo financiero está viendo que por la mañana va hacia un lado y por la noche cambia de dirección.

Es así que volvemos a recomendarle al presidente Fernández que hable menos, que lo haga lo menos posible y que deje que sus colaboradores intenten dar un mensaje más creíble y cercano a la realidad, que dejen de vender humo.

 

¿Cuánto influye la figura de Cristina Fernández?

A mi modesto entender la percepción de la influencia de Cristina no se acerca a la realidad. Es evidente que ella tiene un poder que el Presidente no tiene. El punto central es saber cuándo lo ejerce y si el comando está en Cristina o en la dupla Fernández-Massa. A la luz de la cantidad de errores podemos dilucidar que el poder real pasa por Fernández-Massa.

El poder que ejerce Cristina es en todo caso una especie de contralor final. Se ve en el tema de los jubilados y las idas y vueltas acerca de cómo será la fórmula de los aumentos. Hubo que ponerle un límite a las contradicciones. Esa forma de gobernar es el “muddling through”, el “vamos viendo” total alguien lo arregla más o menos hacia adelante.

Me parece que Cristina tiene una visión de país un tanto diferente. Lo que pasó con el canciller Felipe Solá es otro ejemplo. Cosas así solo pueden suceder en países del quinto mundo. Al final nada pasó y todo sigue igual.

Sin embargo hoy sabemos que Cristina Fernández tomó el teléfono y habló con Alberto Fernández y le dijo que se debe hacer un cambio. Pero nada va a cambiar porque Solá es Massa, Daniel Arroyo (Desarrollo Social) es Massa, Miguel Pesce (BCRA) es Massa, Mario Meoni (Transporte) es Massa, todo el sistema financiero es Massa. Cuántos problemas tuvimos este año en el Transporte, en el sistema financiero, en Desarrollo Social, en el Central.

La pandemia arrancó con Arroyo haciendo unas compras truculentas, sin embargo nada pasó. Al final, la que paga la factura de todo esto es la gente común con un PBI que cae 12%, con una inflación del 50%, con 44% de pobres. Deberíamos repensar el Gobierno, los presidentes, el plan que no existe.

Hay que establecer un rumbo, es hora de que lo hagamos porque lo vamos a necesitar siempre para todo, para que el Presidente tenga una guía y para que su ministro tenga un trabajo.

 

Si con el IFE, la AUH y todos los demás planes llegamos a estas cifras de pobreza y ahora el Gobierno decidió eliminar muchos de ellos, ¿qué nos espera para el próximo año?

Todo lo que el Observatorio de la Deuda Social de la UCA informó estos días es lo que ya pasó, es la bala lanzada. La pobreza del 44% es la consecuencia de algo, de la sumatoria de políticas equivocadas, de planes fallidos.

El punto es cómo enfocarlo hacia adelante y solucionarlo. Si pensamos que el IFE es la salida, estamos equivocados.

La salida es la generación de empleo. La generación de riqueza se da a través del trabajo y el ahorro. Mucho trabajo y algo de ahorro permanente. Pero nadie parece pensar en esto.

El empresario piensa en hacer inversiones en lugares con condiciones aceptables, con cierta seguridad jurídica, con un plan que contemple la demanda del producto que producirá.

El empleo que genera tiene una retribución que vuelve al gasto y al ahorro. Así la rueda se mueve en positivo.

Pero el Gobierno piensa distinto, entiende que si asiste a las personas, entonces estas van a gastar y que ese gasto generará el consumo y el ahorro. Pero olvida que ese dinero lo pone el Estado, que esa asistencia la paga la propia gente.

Al final lo que se genera es humo, más inflación, más déficit, más pobreza en el futuro.

En todos estos años Argentina es una máquina de generar pobreza, y es muy eficiente. Si no hacemos nada para revertirlo, generaremos generaciones de pobres y desempleados.

Es inviable que la gente en Argentina busque comida entre la basura siendo proveedores de alimentos para el mundo. Solo se explica en los errores del Estados y sus los pésimos planes.

 

¿En qué momento se podrá pensar en desarrollo?

En 1947 en la Universidad de Harvard apareció un señor que nadie tenía muy en cuenta llamado George Marshall. Dijo en ese momento que “el mundo no es como se cree, el mundo será como nosotros lo construyamos”.

Ese fue el puntapié del Plan Marshall, el salvataje que se construyó para poder reconstruir a Europa en el período de posguerra. Esta reconstrucción se basaba en la conservación de la economía americana para transformarse luego en el principal vendedor de insumos.

También en que los aliados se recuperaran para ser el contrapeso para otras ideologías políticas como el comunismo.

Era un plan que se desarrolló durante toda la década del 50 para pasar a ser un hito económico mundial.

Por ello Marshall recibió el Nobel de la Paz, simplemente fue por un plan.

En esa época Marshall previó que Argentina debía ingresar al plan porque nuestro país era el proveedor de cereales para Europa. Era algo fantástico, era el boleto de ingreso al sistema económico global.

Pero Argentina sólo cumplió durante el primer año, después nos apartamos porque se entendió que era la dominación capitalista sobre los intereses económicos de Argentina… y acá estamos. Pasaron décadas y hoy podemos advertir dónde está Europa, dónde Estados Unidos y dónde estamos nosotros. No tenemos plan, ni Marshall, ni Harvard. Sí tenemos un IFE para que la gente pueda gastar en Navidad.

El desarrollo se construye con pensamiento y trabajo, nosotros no tenemos nada de eso y ni siquiera se ve la intención.

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